La única cosa obvia en las bolsas es el dinero. ¡ Ay pobre Terra!, el buscador en Internet de Telefónica de España tuvo un ascenso meteórico y una ignominiosa caída. Los informes posteriores dejaron claro que el fracaso fue el resultado de una gestión "escandalosa" sin ninbún soporte empresarial para satisfacer el ansia de crecimiento de las filiales de Telefónica en la bolsa. Fue un lamentable ejemplo de lo que puede pasarle a una empresa que está siendo dirigida según los precios de las acciones en lugar de las demandas reales del mercado.
El problema es éste: cada día más, las bolsas tienden a crear un clima que fomenta que cosas malas, a veces irreversibles, sucedan. En cierto modo, es como un invernadero de problemas y, como en los invernaderos, el objetivo es que lo que hay allí dentro "crezca" rápido, sin importar demasiado la "cualidad" del "producto final". En realidad, lo que se hace crecer en ese "invernadero sui géneris" no es para producir valor, es para venderlo "muy caro" antes de que se vea si va, o no, a dar buenos frutos.
El conocido economista Milton Friedman (1912-2006) lo expresó perfectamente cuando dijo: "No tenemos una necesidad desesperada de crecer. Tenemos un deseo desesperado de crecer". Ese deseo desesperado por crecer es la razón de que las cosas puedan salir mal. El crecimiento es la consecuencia de hacer las cosas bien, pero en sí mismo no es la meta fundamental. En realidad, la obsesión por el crecimiento es la culpable de que se fijen metas imposibles.
Los directores ejecutivos buscan el crecimiento para asegurar sus estatus y para incrementar sus bonos económicos. Los agentes de bolsa (incluyendo bancos) buscan el crecimiento para asegurar su reputación y para incrementar los beneficios.
Pero ¿es realmente necesario crecer? ¡No es así! Cuando se analizan los errores que se cometen para forzar un crecimiento innecesario, se puede decir que se está atentando directamente contra la salud de marca.
Como decía el físico y filósofo Fritjof Capra (Viena, 1939): "La idea de que el crecimiento puede ser paralizante, malsano o patológico no se toma en consideración casi nunca". Como ejemplo hay una historia que es un caso claro de este problema.
Se trataba de un importante laboratorio multimarca de productos farmacéuticos que, hace algunos años, solicitó los servicios de unos consultores para evaluar sus planes del siguiente ejercicio. Los directores de cada marca presentaron los planes de sus líneas de negocio para el próximo año. Durante una de las presentaciones, un joven ejecutivo avisó al resto sobre un nuevo competidor en su categoría que seguramente cambiaría el equilibrio del poder. Pero cuando llegó al tema de ventas estimadas, su pronóstico suponía un incremento del quince por ciento en relación al año interior. Naturalmente los consultores dieron un bote en la silla y preguntaron cómo podía ser posible esa estimación con la llegada del nuevo competidor peligroso.
La respuesta, un tanto esotérica, fue que pensaban realizar unas maniobras a corto plazo y una extensión de línea de productos. A esta respuesta los consultores adivirtieron del riesgo de dañar la marca a medio y largo plazo. El joven asintió, pero explicó que habían elaborado ese plan porque su jefe le había ordenado que "subiera ese quince por ciento".
Una semana más tarde, cuando los consultores hablaron con el jefe del joven, este admitió el problema, pero dijo que el que era su jefe necesitaba ese incremento para satisfacer en ese caso a la bolsa de Wall Street.
A finales del siglo pasado los ingresos y beneficios de McDonald's estaban estancados. El entonces presidente, Jack Greenberg, hizo lo que muchos presidentes impetuosos hacen: amplió la gama y lanzó al mercado lo que llamó "Menú Nuevos Sabores" (New Tastes Menu), una compleja colección de 44 ítems que serían rotados por los franquiciados para aumentar la cifra de ventas. Todo lo que logró con esto fue hacer más lentas las operaciones y producir largas colas en las cajas registradoras. Las comida rápida se convirtió en comida lenta con las correspondientes reclamaciones de los clientes.
La situación se arregló a partir de 2003 con la campaña "de vuelta a lo obvio" del presidente Jim Cantalupo (naturalmente, Mr.Greenberg se tuvo que ir). Se bajó del tren de crecimiento de Wall Street y se orientó hacia la necesidad de calidad, limpieza y mejora de productos y servicios. Como él mismo dijo "Hemos sacado nuestros ojos de las papas fritas". El nuevo éxito de McDonald's no se debió en verdad al "I'm Lovin It" (Me Encanta), sino que tuvo más que ver con "Lo estoy arreglando". Aunque el pobre Cantalupo no pudo disfrutar de su éxito: murió en 2004, con 61 años.
¿Por qué las empresas privadas como Zara o Gore Tex raramente aparecen en la prensa? Porque nadie está mirando fijamente sus números cada trimestre. Sólo necesitan preocuparse por su negocio, y si están felices con él, eso es todo lo que importa. Aunque es más buen un cuento alegórico, creo que es oportuno contar otra vez la historia del pescador de Costa Rica.
EL PESCADOR TICO Y EL ANALISTA DE WALL STREET.
Un empresario americano estaba en el malecón de un pequeño pueblo de Costa Rica cuando una barca pequeña con un solo pescador atracó en el muelle. Dentro de la barca había varios atunes muy grandes.
El americano felicitó al pescador por lo espectacular de su pesca y le preguntó cuando había tardado en pescarlos.
El pescador respondió "solo un ratito ". El americano le preguntó a continuación por qué no se había quedado más tiempo para pescar más. El pescador le explicó que ya tenía suficiente para mantener las necesidades inmediatas de su familia.
Entonces el americano preguntó: "Y ¿qué hace con el resto de su tiempo?"
Tico dijo: "Me levanto tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, me echo la siesta con mi mujer, María, doy un paseo por el pueblo cada noche, bebo vino y toco la guitarra con mis amigos. Tengo una vida llena y ocupada, señor".
El americano se burló de él, "Yo soy un ejecutivo de Wall Street y le podría ayudar. Debería dedicar más tiempo a pescar y con las ganancias comprarse un barco más grande y crear un página web. Un plan de viabilidad razonable le ayudaría a conseguir capital para comprar varios barcos nuevos. Al final tendría una flota pesquera. En vez de vender lo que pesca a un intermediario lo vendería directamente para conserva, y acabaría abriendo su propia planta de envasado. Controlaría el producto, el proceso y la distribución. Tendría que dejar este pueblo costero dedicado a la pesca para mudarse a San José, Costa Rica, después a Los Angeles y finalmente a la ciudad de Nueva York, donde delegaría tareas a terceros para ayudarse a expandir aún más su empresa".
El pescador preguntó: "Pero, señor, ¿y esto cuanto tiempo tardaría?".
El americano respondió: "Entre 15 y 20 años".
" Y luego qué, señor?"
El americano se rió y dijo: "Ésa es la mejor parte. Cuando sea el momento oportuno, anunciaría una OPV, su empresa cotizaría en bolsa y se haría muy rico. Ganaría millones".
"Millones, señor?" ¿Y qué podría hacer con ellos?".
El americano le explicó muy satisfecho con su elucubración: " Entonces se jubilaría, se mudaría a un pequeño pueblo pesquero donde se podría levantar tarde, pescar un poco, jugar con sus hijos, echar la siesta con su mujer, dar paseos por el pueblo por las noches y bebería vino y tocaría la guitarra con sus amigos".


